Fue un bebe abortado, hoy seminarista




 
Nos lo cuenta Sor Emmanuel, una religiosa francesa, conversa  en Medjugorje, que conoció el caso directamente. Merece la pena conocerlo por ser un caso insólito.
Marcia S. es una mujer muy respetada en todo San Francisco. Responsable del grupo de oración más antiguo de la ciudad, es conocida por su gran fe y por el hecho de que las autoridades eclesiásticas locales solicitan su ayuda para ciertas misiones delicadas. La conozco bien y la admiro.
Medjugorje cambió completamente su vida; ahora Marcia ya no puede encontrarse con alguien sin hablarle del extraordinario poder del rosario. Respondiendo a una llamada interior de la Santísima Virgen, ha fundado doce cenáculos alrededor de San Francisco con el objeto de "cer­car" la ciudad y rodearla con la corona real de María, formada por doce estrellas, a fin de devolverle a Dios lo que debería ser de Dios y que infe­lizmente ha caído bajo el poder de las tinieblas. En efecto, de todas las metrópolis del mundo, San Francisco sufre, más que ninguna otra, de un satanismo activo, y la Virgen busca allí instrumentos especiales para vencer al Destructor de sus hijos.
Un día, el desaliento se apodera de Marcia, pues su marido, ya depre­sivo, padece ahora de una ceguera evolutiva que requiere atenciones espe­ciales las 24 horas. Física y psicológicamente agotada, tiene la tentación de anular la velada Oración-Testimonio de Medjugorje que debe dirigir por la noche en una iglesia de la gran bahía: El Santo Redentor, la parroquia de San Francisco donde más víctimas del sida se sienten "tocadas" por el Evangelio. Sabe que la mayoría de sus oyentes serán gays o lesbianas.
También sabe que una gran muchedumbre la espera allí. Solo la idea de sacar el coche del garaje la agobia... ¡Pero a pesar de todo, irá! ¡No puede arriesgarse a dejar unas almas con hambre, porque son vidas las aue están
—Si hay un lugar en el mundo que Satanás tiene bien sujetado es San Francisco. No quiere que la gente oiga hablar allí de la Santísima Virgen o de Medjugorje. ¡Tus palabras abrirán el manto de María y la gente correrá hacia Ella como por racimos enteros! ¡Animo!
Marcia tiene la edad de María al pie de la cruz y habla de Ella como de su mejor amiga o, más bien, de su confidente. La connivencia entre las dos es notoria. Las palabras brotan de su boca con gran ternura y misterio­so poder, y en la asamblea se ven muchos pañuelos salir de los bolsillos...
La velada termina y un hombre joven, visiblemente emocionado, se dirige hacia Marcia para contarle lo que acaba de experimentar mientras ella mostraba el vídeo sobre Medjugorje. Unas lágrimas fluyen suavemente de sus ojos:
—Fui un bebé abortado —le dice él—. ¿En qué condiciones nací? No lo sé, pero, todavía con vida, me tiraron a un cubo de basura en el aparcamiento de un hospital. Yo lloraba con todas mis fuerzas y un hombre que pasaba por allí oyó mis alaridos. Aterrorizado, trataba de descubrir de dónde venían los gritos, cuando al fin levantó la tapa del cubo. Yo estaba cubierto de sangre, pero muy vivo. El hombre me llevó a su casa envolvién­dome lo mejor que pudo, y me cuidó durante algunos días. Luego decidió quedarse conmigo y criarme, e hizo una solicitud de adopción que le fue concedida.
Crecí con él y con sus amigos, todos homosexuales, bajo un mismo techo. Siendo bebé y durante toda mi infancia, nunca fui tocado, cambia­do, alimentado o ni siquiera besado por una mujer. Nunca conocí el cariño de una mujer. No supe lo que era tener una madre. Me crié en ese ambien­te y en mi adolescencia, naturalmente, me volví homosexual. ¡Lo normal!
Hace algunos años, comencé a descubrir el Evangelio a través de unos miembros de la Iglesia Episcopal. Me invitaron a unirme a ellos y un día tomé la decisión de ser sacerdote en esa iglesia.
El día de mi ordenación, yo estaba de pie con otros candidatos, listo para caminar hacia el altar para recibir el orden sagrado. Pero todos avan­zaron menos yo, porque, muy a mi pesar, me quedé prácticamente clavado al suelo. Parecía como si unos brazos me detuvieran, me impidieran dar un paso hacia adelante. No fui ordenado, y desde entonces siempre me he preguntado por qué yo no me había adelantado con los demás, qué era lo que me había retenido así.
Esta noche, al ver el vídeo, me he quedado realmente conmovido. Mientras mirábamos a esos jóvenes en éxtasis, he sentido claramente unos brazos femeninos rodearme con amor, un amor indescriptible. Una mujer estaba detrás de mí, de esto estoy convencido. Cautivado por el vídeo del cual no podía desprender los ojos, sentí nuevamente ese abrazo. ¡Era algo tan fuerte que apenas podía soportarlo! ¡Creí morir de felicidad! Todo mi cuerpo temblaba. Yo lloraba y lloraba. El calor y el amor de ese abrazo eran tales que literalmente me derretí. Me giré para ver quién era, ¡pero no había nadie detrás de mí! Oí entonces una voz femenina que me decía: "Dan, yo te amo y tú eres mío". Por primera vez en mi vida sentía unos brazos de mujer estrecharme. ¡Había encontrado a mi madre! Compren­dí entonces en un instante por qué no había podido seguir adelante con la ordenación... ¡Había sido Ella! Ella me lo había impedido, porque la homosexualidad no es de Dios, y yo debía primero abandonar esas prácti­cas, arrepentirme de ellas...
Marcia escuchaba el relato de Dan con el mismo corazón que si se tratara de su propio hijo. A duras penas contenía ella también sus lágri­mas. Comprendió entonces por qué había tenido que hacer el esfuerzo de ir allí esa noche. "Este niño ha sido una víctima incluso antes de salir de las entrañas de su madre", pensó. Una víctima de nuestra sociedad. Y fue suficiente hablar de las apariciones de María en Medjugorje para que fuera liberado del plan que Satanás tenía para su vida...
—Marcia, ¿qué debo hacer para volverme católico? —le pregunta
Dan.
Hoy en día, San Francisco cuenta con un católico más y el manto de la Gospa  (la Madre) con un habitante más. ¡Y no cualquiera! A este, María lo esperaba desde hacía mucho tiempo, desde que estaba en el cubo de basura. Sí, Ella lo esperaba para abrazarlo, para apretarlo finalmente contra su corazón de madre... Y con sobrados motivos, puesto que Dan está camino del sacer­docio.

Fuente: "Medjugorje: El triundo del corazón" de Sor Emmanuel. Ed. Hijos de Medjugorje.



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