LA ESPERANZA CRISTIANA FRENTE A LA DESESPERANZA PAGANA

Juan Manuel de Prada contrastó la esperanza cristiana frente a la desesperanza pagana
Domingo, 23 de noviembre de 2008





(María Pilar Rangel - CAMINAYVEN.COM) - El sábado 22 de noviembre en el Aula Magna del CEU intervino Juan Manuel de Prada dentro del X Congreso de Católicos y Vida Pública. Este Congreso ha sido transmitido por Radio María en directo y por Internet a nivel mundial.

Juan Manuel de Prada comenzó hablando de la Esperanza cristiana, lema de este Congreso y de la esperanza de los cristianos en una época de descristianización. Recordó a Leonardo Castelani, sacerdote argentino con una obra literaria extensa, comparable con Chesterton y posiblemente mejor escritor católico de lengua española de la época. Recordó como este autor en su obra “La desesperación pagana” hace un análisis radical de la tragedia del hombre contemporáneo, donde la desesperación es la raíz del suicidio.

Frente a ello, la reflexión sería la siguiente: “¿La desesperación que contamina el ambiente de nuestra época nos habrá contagiado a nosotros? ¿Tenemos una razón para vivir?

Los signos de nuestro tiempo no siempre acompañan esta afirmación. Nuestro tiempo nos ofrece signos contradictorios a la esperanza. La pregunta sería la siguiente: ¿Por qué existe tanto sufrimiento si defendemos la causa de Dios? Cristo nunca prometió el triunfo en esta vida, pero si que habría una gran apostasía previa al gran triunfo. Los signos de la derrota son constantes, se cumple el Apocalipsis. La batalla contra la fe se ha cobrado muchas victorias. La bestia ha vencido muchas veces hasta nuestro tiempo. Los hijos de las tinieblas son mas astutos que los hijos de la luz. En medio de esas derrotas, el demonio hace una gran olla pero se le olvida poner la tapa, los que tenemos fe tenemos la carta de la Resurrección.

Chesterton afirmaba como los que tenemos fe somos los que mas vamos a sufrir porque hemos sido elegidos para probar el mismo vaso de dolor que probó Jesús. Dice el Evangelio: “A ti que eres tibio, ni frío ni caliente, te vomitaré por mi boca”. El calor es la esperanza nutrida por la fe. La tibieza es el clima en el que vivimos. Esta tibieza es conservar los ropajes católicos carentes de sustancia que se apropia de nosotros motivado por el clima de desesperación. El catolicismo tibio que cree en un Dios muy buenecito y que por tanto lo va a ser siempre. ¿Es este el Dios de la desesperación de nuestra época?.

Cuando leemos el evangelio vemos que ese Dios permite que suframos y que nos acerquemos demasiado al infierno, que bebamos de la misma copa que El bebió. Es el Dios del Libro de Job. Sin embargo, se vende todo lo contrario, el todo vale como triunfo de la sociedad pagana. Podemos hacer lo que nos de la gana porque Dios nos va a acoger siempre. Al final lo que subyace es que la vida se puede seguir sin Dios, todo da igual, de ahí surge esa tibieza que triunfa en nuestro tiempo.

No existe esperanza cristiana ni de salvación real cuando excluimos el horizonte escatológico. Estamos muy contaminados por el naturalismo filosófico: “El hombre es bueno por naturaleza” y por el vago idealismo espiritual del Dios buenecito que nos hemos inventado. Parecería que la desesperación pagana también hecha sus raíces en nosotros.

Benedicto XVI en la Encíclica “Spe salvis” afirma que los cristianos tienen un futuro porque nuestra vida no se acaba en el vacío. La desesperación nace del pensamiento de que la vida no vale nada. Afirmamos que hay otra vida, pero no de forma rotunda, por eso la sal se vuelve sosa.

La Parusía, la segunda venida de Dios, dogma que rezamos en los artículos del Credo permanece ausente en la predicación, en las catequesis, sin embargo, son dogmas de fe que constituyen la Esperanza cristiana, silenciada a veces por los propios católicos. La visión del juicio final es mal vista por muchos católicos.

La esperanza cristiana es preparatoria para esa segunda venida. Tenemos la obligación de predicar esa segunda venida. El martirio hoy nos llegará en forma de burla o escarnio.

Caminemos hacia el sol de la inmortalidad contra la desesperación de nuestra época, siendo la sal que sale el mundo.
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