LOS TERRORISTAS DE LA PALABRA
Hay un terrorismo que mata el cuerpo. Lo conocemos, lo denunciamos, lo perseguimos y encarcelamos. Pero hay también otro terrorismo, el de la palabra, que intenta matar toda dignidad en la persona, liquidar aquello que define precisamente su esencia porque una persona sin dignidad a ojos de sus semejantes se convierte en un apestado. Es también una forma de incitar a la violencia. No empuña el arma, ni tan siquiera dice que tal gesto se haga, pero crea las condiciones necesarias para que en el corazón de los más primitivos surja este impulso.
Hay un micro partido, IC, emparentado con IU, que es el residuo de lo que en su momento fue un importante partido comunista, el PSUC, que vive exclusivamente de ser un pequeño apéndice, un reservorio de votos del Partido Socialista en Cataluña. Cuando a algunos progres burgueses que votan PSC les entra mala conciencia, cambian su voto a IC y así van tirando. En su evolución perdieron todo su prestigio intelectual, toda la raigambre popular, su presencia entre los trabajadores. Lo que queda es un estilo jacobino, pero en lugar de utilizar la guillotina utilizan la palabra. Son terroristas de la palabra.
Es el caso del diputado Joan Herrera con su proposición no de ley en el Congreso de los Diputados para condenar a Benedicto XVI, que su empecinamiento le ha llevado a insistir en un artículo en El Mundo, este pasado domingo, en su edición de Cataluña. Una pieza a la que si le suprimes el título se convierte en la nada con sifón. La nada, eso sí, con adjetivos criminalizadores. Raul Romeva, el candidato de este micro partido a las elecciones europeas, ya llamo criminal directamente al Papa en un programa de TV3. A esto se le puede llamar libertad de expresión, pero también injuria, más aun terrorismo. Claro que todo esto tiene su coste: la inmensa mayoría de lectores de La Vanguardia Digital lo descalificaron, en una unanimidad hasta cierto punto sorprendente.
Vayamos a los hechos, que siempre son los que molestan a los sectarios: La acusación contra el Papa que repetía Herrera en su artículo es de irracionalidad y de ir contra los criterios de la comunidad científica. Esa sí es una manifestación irracional, porque la comunidad científica no sólo niega que el preservativo por sí mismo garantice una protección absoluta, sino que sitúa otras dos medidas, la abstinencia y la fidelidad en el marco de la relación de pareja. De todo esto hay unos datos que merecen la pena destacar:
Primero. Ningún gobernante, ninguna organización africana ha salido criticando al Papa. Al revés, la gente que conoce y vive África ha asumido que tiene razón y que el problema es la necesidad del cambio de actitudes. Es idiota aconsejar a quienes tienen una vida irresponsablemente promiscua que se coloquen una goma y a vivir que son dos días. En África la promiscuidad, que está ligada al machismo, es una plaga. Solo un cambio de comportamiento obtiene resultados, como lo demostró el Gobierno de Uganda, que descendió del 30% al actual 6% de infección por VIH gracias a la campaña de abstinencia sexual y de fidelidad a los casados. El papel del preservativo en todo esto fue marginal, entre otras razones por algo que ignoran estos progres de moqueta, como es, en el caso de Uganda –y obviamente no es el único país ni el peor-, que más de la mitad de la población vive con menos de un dólar al día, y que una caja con tres preservativos cuesta ya un tercio de dólar. Pero, además, aunque la tengan a mano o puedan pagarla, considerarán que éste es un hecho que falsifica su virilidad.
Segundo. Este terrorismo verbal con el Papa contrasta con el escrupuloso silencio que mantienen Herrera, Romeva, Boada, Saura y compañía ante los desmanes fundamentalistas de los ayatolás de turno. Ni una sola vez han condenado las masacres, los asesinatos, nunca se les ocurrió llevar una propuesta al Parlamento sobre la fatua contra Salmn Rushdie, ni cualquiera de las otras que contra personajes menos conocidos se han producido. Ninguno de los actos mortales contra la libertad de expresión que han perpretado en Europa, los asesinatos, ha valido el más mínimo interés por parte de estos individuos, simplemente por cobardía. Porque, llamar criminal al Papa en este país es gratis, pero si probaran de hacer lo mismo con esos otros la fiesta les saldría cara. (J. Miró)
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